1/24/2008

64/ Baile canario


Hay antiguas danzas de tipo rural que sí han persistido hasta nuestros días en apartados rincones del Archipiélago. Tal, por ejemplo,el llamado tango de la isla de El Hierro, acaso identificable con el baile de tres observado allí como cosa pujante todavía a finales del siglo XVIII.Consiste el tango herreño en una danza amorosa entre tres parejas de hombres y mujeres,ataviados con una indumentaria que bien recuerda a la del Ribatejo portugués y a la de nuestra Extremadura, en la que el vigoroso repique de las castañuelas de lo tres danzantes masculinos y sus enérgicas vueltas, saltos y mudanzas contrastan con las finas y delicadas contorsiones y vaivenes de las bailarinas que se les enfrentan. Esta bellisima danza va acompañada por el ritmo simple de un tambor grande, la voz de un campesino que interpreta una curiosa canción «de aliento entrecortado» y la incidencia, en contrapunto «ostinato», de una popular flauta travesera a la que el cantante alude continuamente en el estribillo llamándola «nai». Se trata esto, sin duda, de una reminiscencia morisca, pues ése es el nombre que reciben diversos tipos de flautas a lo largo y ancho de la cultura islámica y sus zonas limítrofes


BAILE DEL VIVO

Más curioso todavía es el llamado baile del vivo, también propio de la isla de El Hierro. Se trata de la única danza pantomímica que se conoce en el Archipiélago y consiste en un baile de pareja sola, en el que el papel preponderante lo lleva la mujer.Esta simula arreglarse la cara, peinarse, mirarse en un espejo de mano,ajustarse el talle, componerse las faldas y amarrarse los zapatos, mientras que el hombre, frente a ella, tiene que imitar burlescamente todos sus movimientos. Mientras ella se desplaza y lo cerca, trata de distraerle con sus gesticulaciones para tirarle al suelo de un repentino manotazo el sombrero con que él está tocado, culminación que marca el fin de la danza. Un baile de parecidas gesticulaciones se conserva entre los judíos sefarditas de Tetuán, y el baile-juego del sombrero ha llegado hasta ciertos pueblecitos de los Andes, lo que demuestra la larga andadura de esta remota danza hispana, que ha pasado al corazón de América a través de Canarias

LAS FOLIAS, MALAGUEÑAS, SEGUIDILLAS E ISAS, ACERVO FOLKLÓRICO DEL SIGLO XVII


Durante la decimoctava centuria tienen lugar en toda España una serie de cambios económicos y sociales que afectarán muy profundamente a ciertos usos y costumbres, extendiéndose a partir de entonces por las comunidades rurales una serie de moda generales que adquirieron pronto tanto arraigo como vigencia histórica.Es entonces cuando fandangos, jotas, seguidillas y otros géneros se asientan en todas partes y, cómo no, llegan también a Canarias. De esa época data el folklore canario que hoy más se practica en todas las islas, formando un núcleo de expresión uniforme y común a todas ellas, el cual se concretiza en tres géneros principales de los que se derivan, a nivel de localidades concretas, sus particulares variantes. Estos tres grupos son: el de las folías y la malagueña, el de los diversos tipos de seguidillas y el de las isas.


LAS FOLIAS

Las folías populares de Canarias constituyen una joya musical de inusitado interés. Son una fiel versión del antiquísimo complejo formado por melodía y bajo acompañante que desde fines del siglo XVI era conocido ya en toda Europa con el nombre de «Folías de España».Esta danza cortesana debió extenderse entre el pueblo canario bastante después del año 1700, y como género musical descendido de cultas esferas, conserva un sello pomposo que viene dado principalmente por las evoluciones armónicas de su «basso ostinato», que el pueblo ha sabido conservar con gran fidelidad.Se bailan las folías muy delicadamente, con maneras cortesanas, y conservan, como elemento más característico de la danza, la antigua tradición del cambio de pareja por parte de la mujer, la cual retorna a la postre a bailar con su primer acompañante.


MALAGUEÑAS

Una variante más popular y tardía de estas folías, si bien llegada a Canarias por otros derroteros no tan cultos, es la que se conoce con el nombre de la malagueña.Las evoluciones armónicas son las mismas que en el caso anterior, pero el canto se produce sobre esquemas melódicos mejor conformados y de gran belleza, en tanto que en las folías lo hacía sobre niveles más propios de un recitativo cantable. El baile de la malagueña, también parsimonioso, observa en Canarias la característica de contraponer al grupo de bailadores unos episodios solistas, protagonizados por un hombre y dos mujeres, los cuales realizan un rico repertorio de evoluciones coreográficas verdaderamente atractivas.


LAS SEGUIDILLAS

Las seguidillas también arraigaron en el Archipiélago durante el siglo XVIII en muy variadas formas. Existe una versión de baile muy dinámica y colorista, propia de las islas orientales, a la que se conoce por seguidillas corridas. Otra versión es la de las saltonas, caracterizadas porque los cantantes se alternan pasándose las estrofas que cantan («seguidillas robadas»). También el llamado tanganillo es un tipo de seguidillas caracterizado por un período melódico más amplio, en el que el texto cantado se extiende en reiteraciones de ciertas palabras. Digamos, por último, que una de las versiones más bonitas de seguidillas de cuantas se danzan en las islas es la del llamado baile de la cunita, danza navideña que se ejecuta en el pueblo de Guía, de Gran Canaria. El Niño Jesús aparece acostado en una rústica cuna de madera de tamaño natural, alrededor de la cual gira los danzantes en doble sentido: los hombres en una dirección y las mujeres en la contraria, renovándose así las parejas de manera continua.Todos estos bailes son «sueltos». Ahora bien: el baile suelto por excelencia que, por su alegría y vistosidad, constituye una pieza obligada en todos lo grupos de danza del Archipiélago es la isa. «Isa» e una palabra proveniente del bable asturiano y significa, «¡salta!». En realidad, la isa sólo es una versión canaria de la «jota» peninsular, tanto por su música como por su coreografía, pero no cabe duda de que en las islas ha adquirido tan sello dulzón y nostálgico que la diferencia y embellece. «Jota, es palabra derivada también de «¡salta!», como es bien sabido, con este término hay que relacionar el nombre de otro baile conservado hasta hoy en Fuerteventura llamado el siote, por más que esta danza se ejecute allí antes caminando que saltando. El particular gusto que sienten los canarios por la isa ha sido la causa de que ésta muestre tan variado número de versiones, tanto en lo que respecta a la coreografía de baile (muchas veces indignamente manipulada) como a la melodía que se canta, aunque ésta, como ocurre en las folías, opere sobre austeros niveles de recitativo. En esencia, sabemos que la isa era hasta fines del siglo pasado un baile suelto de castañuelas, cuyos saltos exigían gran destreza. Luego se ha sustituido la danza por una serie de puentes, cadenas corros y figuras, copiando modelos de danzas que pueden contemplarse hoy lo mismo en el folklore de Suiza que en el de la Argentina.

LAS INCORPORACIONES


Las más tardías incorporaciones de danzas populares a Canarias datan del siglo XIX. Se trata de un grupo de bailes de origen centroeuropeo que se manifiesta en la polca, la mazurca y la berlina, más rara esta última, aunque es todavía bien recordada en Fuerteventura, La Palma y El Hierro. Son también bailes sueltos y alegres, de muy dinámicas mudanzas y saltos menudos, los cuales constituían la sal y pimienta de las fiestas campesinas canarias hasta bien avanzado el presente siglo.Este es someramente el panorama de las principales danzas ejecutadas hasta hoy en Canarias. Al presente suelen revivir con vigor nuevo en determinadas fiestas religiosas de gran trascendencia popular, como la romería del Pino en Gran Canaria o la de San Benito en Tenerife; otras romerías, como las bajadas de la Virgen en La Palma y El Hierro, por ejemplo, muestran danzas propias que merecerían un estudio más pormenorizado.Frente a la costumbre de las danzas populares en festejos al aire libre, desde mediados del siglo pasado se fue además imponiendo, al menos en las islas orientales del Archipiélago, una práctica de estos mismos bailes en locales cerrados y permitiéndose ya en ellos la modalidad del baile «agarrado», en detrimento de la coreografía. Cierto que los bailes en casas particulares se habían practicado antes en los medios rurales, como culminación de las «velas de parida» en los bailes llamados de «última», un tipo de reuniones sociales que, por su carácter nocturno, dio lugar a que cuando no se celebraban con ocasión del noveno o último día de la velada, se les diera el nombre de «bailes de candil». Pero la novedad ahora consistía en la explotación económica del acto, la cual venía determinada por el estricto control de las personas que penetraban en el recinto: los hombre pagaban al dueño u organizadores una taifa con derecho a entrar y bailar sólo dos o tres danzas, habiendo de salir y pagar nueva contribución si quería continuar. A principios de nuestro siglo estos «baile de taifas» constituían ya un motivo de gran atracción en los medios populares de las islas, dándose lugar en ellos a numerosos líos y disputas sobre el límite de los derechos que obtenía quién pagaba religiosamente su taifa. La clerecía, durante el período de puritanismo que siguió a la terminación de la guerra civil del 36, consiguió abortar este tipo de práctica populares manipuladas, las cuales se vieron asimismo desplazadas por el paulatino auge de este tipo d actividades en las nuevas sociedades recreativas de los pueblos y suburbios y donde la música popular tradicional fue radicalmente sustituida por las canciones y ritmos de moda.